En esta fotografía, capturé un fragmento de la esencia de Chefchauen, la ciudad conocida por su singular cromatismo. Se trata de una serie de peldaños de escalera, pintados en una gama de azules que reflejan el cielo y el mar. No hay detalles arquitectónicos grandiosos aquí, solo la simpleza de los pasos ascendentes y la pared que los acompaña, ambos bañados en la tranquilidad de este tono frío y sereno.
El juego de luz y sombra sobre las texturas desgastadas por el tiempo crea una dimensión adicional, casi como una pintura abstracta. La composición es minimalista, pero la historia que cuenta es rica en matices: cada mancha, cada grieta en la pintura tiene su propio cuento, su propio lugar en la tapeztría de Chefchauen.
Esta imagen es un testimonio de mi exploración por las calles de la ciudad, una invitación para el espectador a mirar más allá de lo obvio y encontrar belleza en la simplicidad. Con esta fotografía, quiero transmitir la paz que se siente al caminar por Chefchauen, un sentimiento que espero se pueda experimentar al contemplar estos peldaños.
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