La Puerta al Mundo Irreal
Relato inspirado por la fotografía.
En un rincón olvidado de la ciudad, un pequeño estanque albergaba un secreto que pocos conocían. Luisa, una artista en busca de inspiración, había oído rumores sobre este lugar especial, donde el agua no solo reflejaba la realidad, sino que la transformaba. Decidió que necesitaba ver por sí misma este fenómeno del que tanto había oído hablar.
Una tarde, con su cuaderno de bocetos bajo el brazo, se aventuró a encontrar el estanque. Al llegar, quedó maravillada por lo que vio. Los colores del entorno se reflejaban en el agua de una manera que nunca había visto antes. El rojo del edificio cercano se extendía como fuego líquido, y el cielo se teñía de púrpura y azul, creando una escena que parecía sacada de un sueño.
Luisa se arrodilló junto al borde del estanque, observando cómo las ondulaciones del agua distorsionaban las formas y los colores, convirtiéndolos en algo mágico. De repente, notó algo extraño: una figura oscura se perfilaba en el reflejo, como una sombra que no pertenecía a este mundo.
La figura, una silueta borrosa pero intrigante, parecía moverse con vida propia. Sin pensarlo dos veces, Luisa extendió la mano y tocó la superficie del agua. Al instante, sintió un tirón suave, como si el estanque la estuviera invitando a entrar. Cerró los ojos y, cuando los abrió de nuevo, se encontró en un mundo completamente diferente.
Todo a su alrededor era una mezcla de colores vibrantes y formas fluidas. Los edificios se alzaban como torres de cristal derretido, y el cielo cambiaba constantemente de tonalidades, como una paleta de pintura viva. La figura oscura estaba allí, pero ahora más definida, revelándose como un guía de este mundo irreal.
Luisa siguió a la figura a través de este paisaje surrealista, explorando lugares que desafiaban toda lógica. Caminó por caminos de luz y cruzó puentes de sombras, maravillándose con cada vista nueva. Todo lo que veía alimentaba su creatividad, llenándola de ideas y emociones que nunca antes había experimentado.
Después de lo que pareció una eternidad, la figura la llevó de vuelta al borde del estanque. Luisa sabía que debía regresar, pero sentía que había encontrado una fuente inagotable de inspiración. Antes de partir, la figura le susurró que este mundo siempre estaría allí, esperando a ser descubierto cada vez que necesitara recordar la magia de lo irreal.
De regreso en su estudio, Luisa miró una vez más el estanque, viendo cómo los colores y las formas volvían a su estado original. Sonrió, sabiendo que había encontrado un lugar donde la realidad y la imaginación se encontraban, y que siempre podría regresar al mundo irreal cuando su alma de artista lo necesitara.