La Melodía de las Ondulaciones
Un relato inspirado por la fotografía
Cada año, en la ciudad de Brumal, sucedía un fenómeno extraño y maravilloso en el primer día de primavera. Las aguas del lago central, normalmente serenas, comenzaban a ondularse de una manera que fascinaba a todos los habitantes. Los más viejos contaban historias de cómo esas ondulaciones eran en realidad mensajes, melodías que solo unos pocos podían entender.
Lucía, una joven con un oído extraordinario para la música, había oído hablar de estas historias toda su vida. Decidida a descubrir el misterio, se dirigió al lago al amanecer del primer día de primavera. Al llegar, se arrodilló junto a la orilla y observó cómo las ondulaciones comenzaban a formarse, creando patrones diagonales en la superficie del agua.
De repente, Lucía escuchó una melodía suave y envolvente, como si las ondas del agua estuvieran susurrando una canción antigua. Cerró los ojos y dejó que la música la rodeara, sintiendo cómo cada nota resonaba con su alma. Abrió los ojos y, para su sorpresa, vio figuras danzando en el agua, reflejos de un tiempo pasado.
Los reflejos eran de músicos y bailarines, seres etéreos que parecían moverse al compás de la melodía que solo Lucía podía escuchar claramente. Fascinada, comenzó a tocar una pequeña flauta que llevaba consigo, imitando la música que emanaba del agua. Las figuras en el reflejo respondieron a su música, y la danza se volvió más intensa y hermosa.
Lucía tocó durante horas, perdida en la magia del momento. A medida que el sol se elevaba en el cielo, la melodía cambió, volviéndose más alegre y vibrante. Los habitantes de Brumal se reunieron alrededor del lago, atraídos por la música. Observaban en silencio, maravillados por el espectáculo de las ondulaciones y la música que parecía surgir de las profundidades del agua.
Finalmente, la melodía llegó a su fin y las ondulaciones comenzaron a desvanecerse. Las figuras danzantes en el agua se desvanecieron lentamente, dejando solo el reflejo del cielo y los árboles circundantes. Lucía guardó su flauta, sintiendo una paz profunda en su corazón. Sabía que había sido testigo de algo extraordinario, un momento en que la música y la magia se habían encontrado en las ondulaciones del agua.
Desde ese día, cada primavera, Lucía volvía al lago con su flauta, esperando escuchar la melodía de las ondulaciones. Y aunque nunca volvió a ser tan intensa como la primera vez, siempre encontraba una nueva canción, un nuevo reflejo, y sabía que la magia de Brumal estaba viva en cada nota y en cada ondulación diagonal del agua.