El Mundo Inverso
Un relato inspirado por la fotografía
En una ciudad donde los límites entre la realidad y la ilusión se difuminaban con cada atardecer, Marcos descubrió un secreto que cambiaría su vida para siempre. Caminaba junto al río, absorto en sus pensamientos, cuando notó un reflejo inusual en el agua. No era solo un simple reflejo; era una ventana a un mundo inverso, un lugar donde las sombras caminaban con vida propia y las calles se curvaban como ríos de mercurio.
Intrigado, Marcos se inclinó sobre el agua, observando cómo las figuras humanas en el reflejo se movían con una gracia etérea, ajenas a las leyes de la física. Las sombras, distorsionadas por las ondas, parecían comunicarse entre sí, susurrando secretos que solo el agua podía entender. El pavimento, con sus grietas y texturas, se transformaba en un paisaje surrealista, un lienzo donde lo cotidiano se volvía extraordinario.
De repente, una de las sombras se volvió hacia él, mirándolo con ojos que no existían. Marcos sintió un escalofrío recorrer su espalda. Era como si esa figura en el reflejo pudiera ver más allá de su exterior, adentrándose en sus pensamientos y sueños. La sombra extendió una mano hacia él, invitándolo a cruzar el umbral entre los dos mundos.
Sin pensarlo dos veces, Marcos se dejó llevar por la curiosidad y tocó la superficie del agua. En un instante, fue absorbido por el reflejo, sintiendo cómo su cuerpo se disolvía en la fluidez del agua. Se encontró de pie en el mundo inverso, rodeado de figuras que se movían con la ligereza del viento y edificios que se alzaban como espejismos.
Marcos exploró este nuevo mundo, descubriendo que cada sombra tenía una historia, un fragmento de vida atrapado entre dimensiones. Comprendió que el mundo inverso era un espejo de su propia realidad, una manifestación de sus miedos y deseos más profundos. Con cada paso, sentía que se adentraba más en su propia psique, enfrentando sus fantasmas y encontrando una paz inesperada.
Finalmente, después de lo que parecieron horas, Marcos decidió regresar. Se arrodilló junto a un charco y, con un suspiro, tocó nuevamente la superficie. Fue transportado de vuelta a su mundo, donde el atardecer se reflejaba en el río. Pero ahora, cada vez que miraba el agua, veía más allá de lo obvio, recordando el mundo inverso y las sombras que habitaban en él.
Marcos nunca reveló su secreto a nadie, pero cada vez que paseaba junto al río, sabía que el mundo inverso estaba allí, esperando, recordándole que la realidad es tan profunda y misteriosa como uno quiera verla.