El Reflejo de los Mundos
Un relato inspirado por la fotografía
En la ciudad de Argenta, existía una vieja fábrica abandonada, conocida por sus paredes cubiertas de grafitis y su techo medio derruido. Sin embargo, los rumores hablaban de un misterio aún mayor dentro de sus muros: un espejo oculto que conectaba con otros mundos. Sofía, una joven con un insaciable apetito por lo desconocido, decidió investigar la fábrica una tarde lluviosa.
Al entrar, notó que el suelo estaba cubierto por charcos de agua que reflejaban las vigas de metal y los grafitis en un caleidoscopio de colores y formas onduladas. Fue en uno de estos charcos donde notó algo extraño: las ondulaciones en el agua no coincidían con los movimientos de su entorno. Se acercó más y vio que las formas reflejadas parecían contar una historia diferente, una realidad alternativa.
Decidida a descubrir la verdad, Sofía tocó la superficie del agua. De repente, sintió un tirón y fue arrastrada hacia abajo, como si el charco fuera un abismo sin fin. Al recuperar el aliento, se encontró en un lugar completamente distinto. La fábrica seguía ahí, pero transformada: las paredes eran de cristal líquido, y las estructuras de metal flotaban en el aire como por arte de magia.
Las ondulaciones del agua ahora eran ondas de luz que recorrían todo el espacio, creando caminos brillantes en el aire. Cada onda parecía llevar a un rincón diferente del universo, conectando mundos que Sofía solo podía imaginar. Decidió seguir una de las ondas y pronto se encontró en un bosque donde los árboles tenían hojas de luz y los ríos eran corrientes de energía pura.
En este bosque, encontró a un anciano vestido con ropas hechas de sombras y reflejos. “Bienvenida, viajera,” dijo el anciano. “Este es el Reflejo de los Mundos. Aquí, las realidades se mezclan y los límites entre los mundos se desvanecen. Has sido elegida para ser nuestra exploradora.”
Sofía pasó lo que parecieron días recorriendo los diferentes caminos de luz, descubriendo maravillas en cada uno. Vio ciudades de cristal flotante, criaturas hechas de estrellas y mares de nubes luminosas. Cada mundo que exploraba le revelaba un nuevo misterio y una nueva perspectiva de la realidad.
Finalmente, el anciano le dijo que era hora de regresar. “Lleva contigo el conocimiento de que la realidad es tan flexible como las ondas en el agua. Usa este entendimiento para ver el mundo con nuevos ojos.”
Sofía fue llevada de vuelta a la fábrica, pero su visión del mundo había cambiado para siempre. Ahora, cada vez que veía un reflejo o una ondulación, recordaba los mundos que había visitado y las infinitas posibilidades que se escondían tras cada superficie. Sabía que, aunque el espejo estaba oculto, siempre podría encontrar caminos a nuevas realidades si se atrevía a mirar más allá de lo evidente.