El Viajero de los Reflejos
Un relato inspirado por la fotografía
En la tranquila ciudad de Bruma, donde las calles estaban pavimentadas con adoquines antiguos y los edificios tenían historias grabadas en sus paredes, vivía un joven llamado Nicolás. Su curiosidad por lo desconocido lo llevaba a explorar cada rincón oculto de la ciudad. Un día, mientras paseaba por una parte olvidada del centro, encontró un viejo espejo apoyado contra una pared.
El espejo, cubierto de polvo y rodeado de un marco dorado desgastado, parecía llamar su atención de una manera inexplicable. Nicolás se acercó y, al limpiar la superficie, notó que el reflejo no correspondía a la realidad que tenía delante. En lugar de la calle adoquinada y los edificios de piedra, vio un mundo donde las líneas se ondulaban y las estructuras flotaban en un mar de colores fluidos.
Impulsado por una mezcla de curiosidad y asombro, Nicolás tocó el espejo y, en un parpadeo, fue transportado a ese mundo onírico. Se encontró de pie sobre un puente hecho de luz, suspendido sobre un río de líneas onduladas y formas cambiantes. Las estructuras a su alrededor se movían suavemente, como si estuvieran vivas, respirando con cada ondulación del agua bajo él.
Mientras exploraba este lugar maravilloso, encontró a una mujer vestida con un traje hecho de reflejos. “Bienvenido, viajero,” dijo ella con una voz que parecía surgir de todas partes. “Este es el Reino de los Reflejos. Aquí, las líneas y las formas no son fijas; cambian con los pensamientos y los sueños de aquellos que se atreven a entrar.”
Nicolás siguió a la mujer a través de paisajes que desafiaban la lógica y la gravedad. Vio torres de cristal que se retorcían hacia el cielo y árboles cuyas hojas eran espejos que reflejaban universos enteros. Cada paso revelaba una nueva maravilla, una nueva perspectiva de lo que podía ser posible.
Después de lo que parecieron días, la mujer lo llevó de regreso al espejo. “Recuerda,” le dijo, “la realidad es tan flexible como los reflejos que ves aquí. Lleva esta comprensión contigo y verás el mundo de una manera diferente.”
De regreso en su ciudad, Nicolás miró el viejo espejo con una nueva visión. Sabía que siempre tendría un portal a ese mundo onírico, un lugar donde las líneas y las formas eran tan fluidas como sus pensamientos. Cada vez que necesitara inspiración o simplemente una escapada de la realidad, sabía dónde encontrar la entrada a los reflejos de sus sueños.